Diversión como aprendizaje

05-01-2020

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Ángel González de la Fuente
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Onboarding
El futuro jamás anuncia su llegada. Un día se persona en todas partes y sustituye al presente. Nada vuelve a ser igual.

A mediados del siglo pasado la escritora brasileña Clarice Lispector escribió el relato de una gallina que una familia mantiene en la cocina para ser la protagonista de la comida del domingo. Tras una serie de divertidas anécdotas, la familia le coge cariño y la gallina que ve pasar ese domingo, el domingo siguiente y muchos más. Se asienta entre ellos, se acomoda a los humanos y se hace un hueco dentro de la casa. Hasta que llega otro domingo, la sirven como plato principal de la comida y nadie vuelve a preguntar jamás por ella.

Así es como llega el futuro y relega el presente al pasado.

Y no es que el futuro no llegue de ninguna parte, o que no solamos estar avisados. Es como es.

Level up
Han pasado veinticinco años desde que Internet llegó a nuestras vidas. Nada es como era antes. En mi caso les puedo asegurar que pocas cosas son como el mundo analógico que conocí en mi infancia.

Sin embargo, seguimos sin estar preparados para lo que viene de camino.

Hace dos o tres años la mayoría de la población mundial no tenía acceso a Internet. El año pasado ya accedía algo más de la mitad. Antes de 2020, el 90 por ciento de los mayores de seis años del planeta tendrán un dispositivo personal de acceso a la Red.

La revolución digital, como todas las revoluciones, está a punto de acelerarse después de un proceso de maduración lento pero constante. Dice la Historia que las revoluciones suelen devorar a sus hijos y aunque en ésta -la digital- hemos visto ya a gigantes crecer y derrumbarse, lo mejor está aún por llegar.

No sé si os ha pasado, pero en los últimos meses me he encontrado con mucha gente que tiene la sensación de que estamos ante un cambio de época, un fin de ciclo. Me pregunto si la gallina sentiría lo mismo cada vez que se acercaba el fin de semana...

Quest
El juego es una conducta típica de los mamíferos. Las gallinas, por ejemplo, no juegan. Los leones, sí. En los documentales de la televisión se observa cómo los cachorros felinos se preparan para la cazajugando con sus hermanos y con la naturaleza que les rodea.

El juego es una capacidad que la evolución nos ha dado para adaptarnos y aprender habilidades y conocimientos. Los humanos no somos diferentes. Es solo que nuestros juegos suelen ser más complejos y abstractos.

Decía Raph Koster, autor del libro "A Ttheory of fun for gamed design", que la diversión es otra forma de formular la palabra aprendizaje. Jugamos para aprender. Es más, cuando en un juego dejamos de aprender, nos aburre. Mientras nos ofrece retos complicados nos atrae. Cuando deja de hacerlo, lo abandonamos. Cada reto es un problema que solucionar.

Nuestras mentes están programadas para identificar patrones, asimilarlos y dominarlos. Los juegos (la mayoría) son sistemas abstractos que básicamente nos presentan patrones y problemas. Siempre buscamos la manera más económica (en medios) y eficaz de superarlos. El tres en raya es aburrido porque se controla en diez minutos. En el ajedrez aún estamos lejos de haber jugado todas las combinaciones posibles después de cientos de años de práctica.

Nuestra capacidad de jugar también ha evolucionado. Incluso hemos flirteado con la posibilidad de considerarlo como una pérdida de tiempo. Hemos valorado que es algo infantil, poco serio. Lo correcto es formarse en los modelos educativos que tenemos en la actualidad en los que la enseñanza de conocimientos se imparte de forma industrial, con esfuerzo, sudor, lágrimas y estando callados en el aula durante horas interminables.

A los niños les solemos decir que no se excedan jugando con la consola o la tableta porque tienen que hacer deberes y salir a que les dé el aire.Yo hago lo mismo. Mi hijo mayor tiene siete años y está en el segundo curso de educación infantil. En la actualidad aprende las tablas de multiplicar y odia los deberes en inglés por el spelling. También le gusta jugar.

Uno de los juegos que más le gusta es Clash of clans, en el que tiene que crear un modelo de desarrollo basado en sistemas de acumulación y producción, para generar un ejército con el que salir a conquistar otros poblados. Está en un clan con otros niños de su clase y algunos primos mayores. Al final está aprendiendo a manejarse en una tecnología novedosa, con vocabulario en inglés, dentro de un sistema complejo y abstracto, lleno de retos en el que tiene que usar las matemáticas para optimizar sus posibilidades y dentro de un clan en el que trabaja de forma colaborativa con un fin alcanzable.

Y le encanta.

Todas y cada una de las habilidades que practica en Clash of clans son esenciales para el día de mañana. Y es mejor que memorizar pedazos de información.

No creo que haga falta preguntarme si la evolución nos ha diseñado para que nos atraigan y entretengan los juegos que más útiles nos pueden resultar. Lo que sí me pregunto es si hago bien en no dejar que juegue más, o en cómo equilibrar mejor la parte de juego en consola/tablet con otros aspectos de su vida.

Challenge
Tener posibilidades de éxito en el siglo XXI requerirá de una serie de habilidades y conocimientos que el modelo educativo predominante no está preparado para ofrecer. Está caduco.

Afortunadamente, ser consciente de un problema es la parte más crítica de cualquier proceso de mejora. Así que al menos tenemos eso. Aunque lo más difícil es encontrar la solución.

Lo que sí podemos afirmar es que el juego y sus mecanismos ya son una de las claves de ese proceso.

Gracias a la psicología, la tecnología, los avances en el diseño de juegos y los entusiastas de estas iniciativas punteras, estamos en mejores condiciones de crear las circunstancias necesarias, dentro de comunidades colaborativas, para aplicar las mejores prácticas en la formación interna y la educación.

El reto es hacer que el potencial transformador del juego se adapte a nuestras necesidades y que lo hagamos con éxito.Para ello necesitaremos generar buenos juegos formativos, buenos sistemas "gamificados" y que promovamos la cultura del juego como parte integrante de la educación.

Si lo hacemos, la motivación e implicación vendrá dada, porque a todos nos encanta jugar.Aunque si eres de los que perdió el gusto por jugar, quizá sea hora de que te preguntes si no te estás convirtiendo en una gallina de domingo.

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Luz Dary Herrera

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